Islas Malvinas

En el marco del arribo al país de la vicecanciller inglesa, Wendy Morton, sumado al reciente discurso del presidente de la Nación, Alberto Fernández, vuelve a ponerse en boga el debate sobre la reivindicación de la soberanía de las islas Malvinas por la República Argentina.
Recientemente, la diplomática británica llegó al país en el afán de reforzar las relaciones bilaterales entre ambos países en términos comerciales.
Por otro lado, en los últimos días resonó a lo largo y ancho del país el discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, llevado adelante por el Presidente de la República donde, entre otros temas, vislumbró la inminente intención de volver a reivindicar la lucha y ante todo, soberanía, de nuestro país para con las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del sur.

PRINCIPIO IRREFUTABLE: INTEGRIDAD TERRITORIAL

La oligarquía de 1880, inaugurando la etapa de la nación argentina propiamente dicha, se caracterizó por su afán centralizador, sesgado por influencias reformistas borbónicas y un pensamiento alberdriano que sugería el mismo lineamiento.
La conjunción de estos entramados no hizo más que decantar en la teoría de la integridad territorial. De esta forma, una concatenación de hechos históricos reivindica una postura y teoría práctica que fue mutando a lo largo de nuestra historia.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires ocupa el lugar de lo que supo ser la capital del Virreinato del Río de la Plata. La injerencia de este antecedente, denota el carácter de lo inherente que fue esta impronta territorialista.
Lo que luego se fue manifestando en términos de la “Campaña del desierto”, los interminables e incontables enfrentamientos con Chile, son otros ejemplos vívidos de cómo, dotados de un territorio inmenso, siempre se buscó no sólo sostenerlo y reforzarlo, si no también ampliarlo.
Durante la etapa virreinal, las reformas borbónicas introducidas por las monarquías franco española innovaban en el ideal de centralizar, controlar y delimitar el territorio.
Por su lado, Alberdi, entendió que gobernar significaba poblar y trabajar ese espacio; por su parte, Sarmiento, no dudó en estigmatizar a la barbarie incivilizada propia de un territorio no conquistado, y la urgencia de revertir esa condición.

El racconto de estos paradigmas que brindaron de lineamientos políticos a las diferentes gestiones, vislumbra este carácter centralizador, propio de integridad territorial y la búsqueda permanente de reivindicar, controlar y ampliar el territorio propio.

 

LO “NACIONAL”

Esto, al igual que todo tipo de influencias y factores que traspasan y atraviesan sociedades, culturas e idiosincrasias, trasciende décadas, haciendo que este pensamiento paradigmático no sólo esté circunscrito en términos de políticas de gobierno, si no en las mentalidades de los nacionales, conformando nuestra cultura y educación.
De ahí el sentimiento nacionalista que nos une, más allá de la salvedad que afirma que las islas nos pertenecían y nos fueron arrebatadas.
En este sentido, es común escuchar las definiciones que se nos adjudican en calidad de “argentino”. Las cualidades que algunos creen, nos definen; algunas estrafalarias.
La categorización de “nacionalista” tiene diferentes connotaciones, algunas más peyorativas, que lo hacen a veces un término difuso y difícil para adjudicar una referencia empírica directa, pero sí tiene cabida en este caso.
Nos jactamos del orgullo que nos genera defender fervientemente un reclamo de soberanía por unas islas robadas sobre las que poco sabemos; pero lo defendemos, el reclamo, y las defendemos, a las islas, como una bandera irrenunciable.
Esta construcción social, cultural, educacional que viene dada en los lineamientos históricos anteriormente desarrollados, influyen en las construcciones mentales que tenemos y manifestamos con respecto a este tema.
Sostenemos el deseo de nuestra integridad territorial en términos de reivindicación.   Creemos en la lucha por la obtención de islas que están a miles de kilómetros y que sólo unos cuantos vieron, después de ser robadas ilegal e injustamente por la potencia mundial por excelencia que lo único que hizo desde el día que la región se convirtió en colonia, fue explotar los recursos y hacernos cada día más económicamente dependientes.

A lo largo de los diferentes gobiernos que se sucedieron en la historia argentina, siempre existieron reivindicaciones territoriales en la materia.
Estamos educados para entender que nuestra reivindicación tiene lugar a partir de condenar el suceso bélico en 1982, cuando en realidad hay que ahondar en las raíces de la década de 1830 para entenderlo, ya que fue en ese momento cuando fueron ocupadas por primera vez. Más de cien años antes de la guerra donde se perdieron de manera definitiva.

Siguiendo el lineamiento más bien vinculado a los sentimientos simbólicos y nacionalistas que nos mueven a la hora de plantear estos sucesos, se ve que cuando escuchamos a una figura con peso social, político o cultural elevado, reivindicar o sostener un espíritu de lucha en términos de consecución del deseo de reincorporación, genera dentro de la sociedad un dejo de adrenalina, sensación de pertenencia, de unificación.
Conceptos y lineamientos que componen el concepto de nación misma. Porque eso es, a eso hace referencia.
 La nación moviliza.
 De esta misma forma, se da lugar al desgano cuando queda en evidencia que poco se puede hacer, cuando la propuesta prometedora queda trunca. Y así tiene efecto en lo psicológico, lo social, en la nación misma y su sentido de unidad.

¿Viabilidad?

¿Puede verse realizado el sumun del deseo, materializado en la reivindicación legal y consecuente en logro diplomático en términos de reincorporación de las islas a la República?
Inglaterra fue el país que llevó adelante la revolución industrial.
Esta revolución implicó la motorización, mecanización del mundo. Significó el fordismo, el taylorismo. Agilizó la vida en términos multidimensionales. Afectó la división internacional del trabajo y refleja las raíces inhóspitas de la globalización temprana.
Fue un país imperialista por antonomasia. Inherentemente monárquico y conquistador, teniendo hoy sus resabios en la Commonwealth, y dejó vestigios en la mitad del continente africano, así como en los diferentes enclaves comerciales a lo largo y ancho del mundo.
Las islas Malvinas significaban eso. El paso del Atlántico al Pacífico.
Concebían inviable que no fuesen suyas.
Es el país que colonizó al actual Estados Unidos. Potencia mundial.
El mundo habla y/o aprende el idioma inglés hoy porque aquel es su origen.
Este es un país que acaba de salir por voluntad, facultado por mecanismos de democracia directa, de la Unión Europea, bloque regional definitorio a nivel mundial y contenedor de las más grandes economías del mundo.
 Salió porque su economía puede combatir el mundo sola.
 No necesitan ayuda financiera o militar de sus ex compatriotas.
Argentina, hija de la colonización, de la explotación, de la dependencia económica (sobre todo de manos de Inglaterra) nunca pudo, ni puede combatir a esta escala. Por el simple hecho de que nunca se está en pie de igualdad.
Nuestra República carga sobre sus hombros el Ecuador, divisor por excelencia de los hemisferios, de los desarrollados y subdesarrollados, de la civilización y la barbarie, del centro y la periferia.
La condición de ex colonia que nos subyace, por nuestra pertenencia al “Nuevo Mundo”, al Sur, a la categoría de “indígena”, no nos da el margen de autonomía necesario a nivel económico, geopolítico ni militar para pararnos frente a la potencia mundial primera.
El debate no es propio de Derecho Internacional Público, que poca responsabilidad toma.
La encrucijada no está en la ONU, organismo jactado de ser universalmente justo, manejado por EE.UU, Francia, Inglaterra y China.
La discusión está en las condiciones primarias, inherentes; en las condiciones estructurales que poco tienen que ver con institutos creados desde un Poder estatal para combatir y reivindicar diplomáticamente una disputa de esta envergadura.

Los gobiernos peronistas, en su afán de reivindicar la injerencia regional, latinoamericanista, con su carácter de hermandad sumado a la oposición imperialista que pregonan, fueron claros a la hora de posicionarse en pos de la recuperación de las islas.
Alberto Fernández, actual presidente de la República Argentina, reivindicó el reclamo por la soberanía del país sobre las mismas, e hizo hincapié en la intención de la creación de instituciones con el fin de promover políticas enfocadas a estos fines.
Puede analizarse como una propuesta de gobierno más, como una postura no novedosa en términos de lineamiento partidario. Puede generar empatía, entusiasmo, o no.
Puede pensarse como una iniciativa usual, dejada, pragmática y carismática.

La cuestión es ¿Cabe la incertidumbre entusiasta y nacionalista ciudadana ante el reclamo ferviente pero no novedoso?

 

CHECHELE, GINA  
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