Mujeres en la medicina

Tuvieron que pasar más de 70 años desde la creación de la Universidad Nacional de Buenos Aires para que una mujer obtuviera un título universitario. El pasado 10 de abril se conmemoró el fallecimiento de Cecilia Gierson, primera mujer en obtener el título de medicina en Argentina. Grierson abrió camino para muchas otras mujeres que eligieron cómo profesión la medicina, carrera hasta el momento exclusiva de varones.  

Gracias a personas como Cecilia muchas otras mujeres se abrieron paso para seguir su vocación y hoy en 2021 la balanza se equipara. Hay tantas estudiantes de medicina mujeres como varones, e inclusive más. 

A partir de los 90 comenzó lo que se denomina como la feminización de la medicina, un incremento lento pero continuo de mujeres que se inscriben y reciben de médicas.

Según un estudio de la UBA (Universidad Nacional de Buenos Aires) entre el primer y segundo cuatrimestre de 2019, ingresaron al Ciclo Básico Común de la carrera de Medicina  8.827 mujeres (70,9%) y 3.610 varones (29,1%). En carreras afines se registran números aún mayores, cómo Nutrición que tiene un 76% de ingreso de alumnado femenino, la Tecnicatura en Prácticas Cardiológicas, 82%; y la Tecnicatura en Hemoterapia e Inmunología, 91%.

Si bien los números indican una mayor preponderancia de mujeres en el estudio y ejercicio de la medicina siguen siendo varones quienes ocupan los puestos jerárquicos y de liderazgo. Aún hoy, quienes toman las decisiones, dirigen hospitales, clínicas y desempeñan cargos públicos son hombres. 

Liliana Licciardi, presidenta de la Sociedad Argentina de Mujeres Médicas, afirma que «la Medicina fue históricamente una profesión organizada por hombres y su ejercicio aún está determinado así. La mujer está ocupando espacios, pero siempre en función de lo que esa antigua estructura permite. El problema no es sólo llegar a un lugar de decisión sino el grado de libertad con el que luego una mujer puede ejercer su puesto».

En nuestros país sienta precedente Carla Vizzoti, médica infectóloga especializada en el control de enfermedades, quien ocupa el cargo de Ministra de Salud de la Nación en la actualidad, pero no deja de ser una caso excepcional ya que según el informe “Brecha de género en los cargos de gobierno Argentina 2009-2019” de la Dra. Ana Castellani: “en los puestos de trabajo de quienes no ejercen cargos políticos ni de conducción en el Estado la paridad es de 50/50 entre mujeres y varones. Pero, a medida que se asciende en la escala jerárquica se empieza a percibir el “techo de cristal” que pone un freno a las mujeres en cargos de decisión. En la alta dirección pública, por caso, la relación ya es de 44% mujeres y 55% varones, al tiempo que en las autoridades superiores la distancia es de 22% mujeres y 78% varones”

El techo de cristal, concepto que explica la barrera invisible pero presente que tienen las mujeres para acceder a puestos de dirección en organizaciones y empresas, sigue existiendo arraigado en el rol de la “mujer mamá” que priorizaría su lugar de cuidadora a su desarrollo profesional, el prejuicio sobre la capacidad de las mujeres (sensibles y emocionales) para tomar decisiones y obtener responsabilidades. 

Si bien se ha conseguido, con movimiento y lucha, desmitificar muchas de estas premisas la realidad nos muestra que aún queda un camino largo por recorrer hacia la equidad y la obtención de lugares que les siguen siendo negados a las mujeres. 

 Cecilia Grierson

Primera médica argentina, pionera en el campo de la obstetricia, la kinesiología, la puericultura y la difusión de primeros auxilios.

Grierson fue hija de inmigrantes escoceses. Sus primeros años transcurrieron en Uruguay y Entre Ríos.  Sus estudios comenzaron en colegios ingleses hasta que la revolución de 1870 afectó la economía familiar. Con diez años de edad, tuvo que regresar a su hogar para ayudar a su madre con sus hermanos menores. 

Ya de adolescente, habiendo oficiado como maestra para sus hermanos Cecilia se encargaba de la escuela rural que su madre debió abrir dentro del campo donde vivían para mantener a toda la familia. Estos antecedentes sumados a su vocación de enseñar la llevaron a obtener el título de maestra en 1878, ya en Buenos Aires, y el Director de Escuelas Domingo F. Sarmiento la designó maestra en la Escuela Mixta de San Cristóbal.

Si bien tenía una marcada inclinación por la educación, cuando una amiga enferma de un trastorno respiratorio crónico se despierta en ella la necesidad de encontrar un remedio para curarla. Y se propone estudiar medicina, carrera destinada en esta época exclusivamente a varones

Hasta ese entonces no existía en toda América Latina el antecedente de una mujer que estudiara y obtuviera el título de médica. En nuestro país, Élida Pazos luego de recibirse de farmacéutica había logrado cursar hasta el quinto año de la carrera de medicina, pero al enfermar de tuberculosis fallece. 

Por parte de las instituciones no había una prohibición explícita para que las mujeres estudien, pero sí se imponían requisitos casi imposibles de cumplir como cursar y aprobar una materia que sólo se dictaba en el Colegio Nacional de Buenos Aires, una institución que por entonces era sólo de varones. Además de la constante denigración y burlas de sus compañeros y profesores. 

La experiencia vivida a principios de 1886, cuando la ciudad de Buenos Aires atravesaba la tercera epidemia de cólera del siglo y la Asistencia Pública requirió la colaboración de todos los estudiantes de medicina, y sus raíces como educadora la llevaron a fundar la Escuela de Enfermeras del Círculo Médico Argentino, entendiendo la necesidad y el valor de la profesión.

Cuntó al respecto: “Los días agotadores pasados en la casa de aislamiento me hicieron concebir la idea de educar a enfermeras, puesto que no había quien respondiera a las necesidades de los enfermos. El mejor medio de proporcionar alivio a los que sufren es colocar a su lado personas comprensivas, afables y capacitadas que puedan colaborar con el médico en la lucha por recobrar la salud.”

Entre otros aportes, ella estableció el uso del uniforme de enfermera, el cual fue adoptado por la mayoría de los países latinoamericanos.

A sus 30 años, el 2 de julio de 1889, se convirtió en la primera mujer graduada de la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA, a pesar de la ridiculización y hostigamiento que recibía de sus colegas.

Una vez recibida se incorporó al área de Ginecología y Obstetricia del Hospital San Roque (luego J. M. Ramos Mejía), ya que por ser mujer no le permitieron ejercer como cirujana. Allí siguió desempeñándose como educadora, promovió la enseñanza de la puericultura y fue una precursora en la educación para ciegos, sordomudos y minusválidos.

Fue una de los miembros fundadores de la Asociación Médica Argentina, la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios y la Asociación Obstétrica Nacional de Parteras.

Junto a otras mujeres influyentes, durante la primera década del siglo XX, impulsó debates y protestas por los derechos civiles y políticos de las mujeres. Si bien por su coraje se impuso a estándares de la época en ocasiones no le fue fácil. En 1894, se inscribió en un certamen para ser profesora sustituta de la Cátedra de Obstetricia para parteras, pero el concurso fue declarado desierto. “Fue únicamente a causa de mi condición de mujer, según refirieron oyentes y uno de los miembros de la mesa examinadora, que el jurado dio en este concurso de competencia un extraño y único fallo: no conceder la cátedra ni a mí ni a mi competidor. Las razones y los argumentos expuestos en esa ocasión llenarían un capítulo contra el feminismo”.

Ejerció la docencia universitaria entre 1904 y 1905, dictando cursos sobre “Gimnasia Médica y Kinesioterapia” en la Facultad de Medicina, y se desempeñó como adscripta en la Cátedra de Física Médica y Obstetricia. Fue fundadora de la Escuela de Economía Doméstica y de la Sociedad de Economía Doméstica en 1902, siendo ésta el origen de la Escuela Técnica del Hogar, la primera en su tipo en el país.

Su desempeño como educadora y divulgadora la llevaron a desempeñarse como escritora. Entre sus publicaciones más destacadas se encuentran “Educación Técnica para la Mujer”, “La educación del ciego” y “Cuidado del enfermo”. 

Al cumplirse 25 años de su graduación como médica fue homenajeada. Dos años más tarde se retiró de la docencia. Al jubilarse obtuvo una modesta pensión ya que se le reconocieron solo 22 de los 25 años durante los cuales ejerció la medicina y de los 45 que estuvo frente a un aula. Ya enferma, se estableció en la localidad cordobesa de Los Cocos. Falleció el 10 de abril de 1934 y fue inhumada en el Cementerio Británico de Buenos Aires.

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