Plaza de Mayo como actor político

Plaza de Mayo aparece como el lugar de emplazamiento de una serie de hechos históricos que la vuelven, como un determinismo del tiempo, un sitio fundamental para recuperar la Memoria.  

Es nombrada como el día en que, de alguna forma, se inaugura la historia de nuestro territorio nacional y es esa carga simbólica la que la define hoy día. Incluso posterior a esta fecha, fue el lugar donde se fundó por segunda vez la Ciudad en épocas colonialistas.  Ya que el 11 de junio de 1580 Juan de Garay, la dispuso como el epicentro de la refundación, nombrando a la región como ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre. 

Además, está delimitada por las instituciones que signaron el devenir nacional ya que bordeando la Plaza de Mayo se ubican varios edificios históricos y gubernamentales: el Cabildo, la Catedral Metropolitana (donde ofició misa el Papa Francisco durante más de 20 años), la Casa Rosada, el Palacio del Gobierno de la Ciudad y algunos ministerios.

Desde el IPID proponemos como ejercicio de Memoria repasar algunos de estos hechos históricos para argumentar la siguiente hipótesis: la plaza es testigo no sólo del ir y venir cotidiano de los porteños, sino también del transcurrir histórico de los argentinos. 

La elección de los hitos responde a la necesidad de no ocupar a el o la lectora con un texto de más de 10 páginas, y por eso está circunscripto al siglo XX. sin embargo no queremos dejar de recalcar la importancia de la plaza en el siglo XIX como espacio de disputa y como foco de divulgación de las noticias que atravesaban al país. 

Al respecto, compartimos un fragmento del libro “Historia de la Plaza de Mayo” de La Cooperativa Gráfica del Pueblo que recupera esta época de forma impresionante:

“La plaza en la que desfiló bajo el aplauso cortesano de las élites criollas el ejército inglés. La plaza de la resistencia al invasor, de los pardos y morenos. La que vio a French y Berutti movilizar a las bases orilleras por un Cabildo Abierto, democrático y popular. La plaza de los faroles que alumbraron por igual a Saavedra y a Moreno. La plaza de los pregoneros que a los gritos contaban las victorias de los ejércitos patrios en la gesta de la independencia. La plaza de los ‘diplomáticos’ extranjeros que intentaron digitar nuestra política, pero que se toparon con los San Martín y los Belgrano. La plaza de los esclavos y mestizos que engrosaron los regimientos de la independencia. La plaza que no conocieron Güemes ni Azurduy pero en la que se cantaban sus hazañas. La plaza que supo expresar a todas las Plazas del Pueblo y a la que únicamente la insidia unitaria retiene anclada al puerto del Río de la Plata”.

Bombardeo a la Plaza de Mayo – 1955

Aquel fatídico Jueves 16 de junio de 1955 donde se preveía un espectáculo aéreo con lluvia de flores en respaldo al presidente Juan Perón y en su lugar se ejecutó uno de los atentados más grandes de la historia nacional

Para llegar a esta situación debemos recordar a los idearios de este sangriento plan de golpe de Estado. Las distintas fuerzas opositoras que perpetraron el atentado habían realizado una demostración de fuerza unos cinco días antes, el 11 de junio, en la procesión del Corpus Christi. Allí se encontraron facciones del ejército, representantes de la iglesia y empresarios donde la celebración de la eucaristía se volvió una manifestación antiperonista. Estos actores sociales son los mismos que tres meses más tarde derrocaron al gobierno constitucional del presidente Juan Domingo Perón e instalaron la dictadura autodenominada “Revolución Libertadora”.

Ese jueves de 1955 treinta fueron los aviones de la marina de guerra y la aeronáutica que en sus fuselajes llevaban la inscripción “Cristo Vence” junto a toneladas de explosivos. Apenas iniciado el bombardeo, un grupo civil ocupó Radio Mitre a las órdenes de Ciro de Martini, un teniente de navío aviador, exonerado de la Armada por su participación en el frustrado golpe de Estado de agosto de 1951. Los asaltantes obligaron a un locutor a leer una proclama que, entre otras cosas, decía: “Argentinos, argentinos, escuchad este anuncio del cielo volcado por fin sobre la tierra argentina: El tirano ha muerto. Nuestra patria, desde hoy, es libre. Dios sea loado”. Los ataques dejaron 308 muertos y el doble de heridos. 

Abuelas de Plaza de Mayo – 1976

A pesar de ser una historia reciente y revisitada siempre es necesario ponderar el valor de esas mujeres que contra todos los aparatos represores del Estado dieron su vida en la búsqueda de sus hijos y nietos desaparecidos. Y es siempre importante recordar por aquellos o aquellas que no dimensionan la fuerza transformadora de estas actrices políticas o que dirigen sus interpretaciones, tendenciosamente o no, hacia superficialidades. 

Recordemos pues. El 30 de abril de 1977 abuelas y familiares comenzaron a marchar cada jueves alrededor de la Pirámide de Mayo, situada frente a la casa de gobierno en Plaza de Mayo. Inicialmente se reconocían entre sí llevando un pequeño clavo en la solapa de sus sacos; luego las mujeres decidieron cubrirse el cabello con un pañal de tela blanco que más adelante se volverá la representación nacional de los derechos humanos. El grupo recibió rápidamente el nombre de Madres de Plaza de Mayo y por su sola presencia comenzó a ejercer presión nacional e internacional con el objeto de conocer el destino de las personas que desaparecían en la Argentina.

Aunque su búsqueda no inició aquel día ya que desde hacía muchos meses las madres deambulaban por iglesias, cuarteles, comisarías, juzgados y nadie les respondía sobre el paradero de sus hijos, detenidos-desaparecidos por la dictadura de la Junta Militar.

Compartimos el interesante relato del escritor Ulises Gorini para Revista Maíz sobre un testimonio de una de las líderes históricas del movimiento, integrante de la comisión directiva de la Asociación hasta su muerte a los 101 años: Juana Meller de Pargament, Juanita.

La madre del policía (1977)

Masacre de Plaza de Mayo – 2001

El 3 de diciembre de 2001, 17 días antes de este hecho fatídico, el expresidente De la Rúa secundado por Domingo Cavallo dispusieron el “corralito”. Aquella restricción general de los fondos y congelamiento de las cuentas de los bancos. Esta medida, sumada a otras, significó la estocada final que desmoronó a la clase trabajadora en general y del sector informal en particular. Y dio lugar a una serie de manifestaciones que se distribuyeron en el país donde se replicaron desde levantamientos populares hasta saqueo de comercios; teniendo como epicentro, como la historia nacional nos tiene acostumbrados, la Plaza de Mayo. 

Esta multiplicación de expresiones populares se incrementó debido a la inacción del sector político gobernante; cuya única respuesta fue encausada hacia la peor cara del Estado: reprimiendo los movimientos populares. El 19 de diciembre de 2001 el presidente De la Rúa dictó el Decreto 1678/2001 declarando el estado de sitio en todo el país. La norma llevaba también las firmas del entonces Jefe de Gabinete Chrystian Colombo y el ministro del Interior Ramón Mestre. Su sanción fue irregular porque no respetó los procedimientos constitucionales, fue un decreto presidencial que nunca pasó por el Congreso.

A la mañana siguiente el Ejecutivo dio la orden de desalojar la Plaza de Mayo lo que ocasionó una feroz represión que concluyó con cinco muertes, 227 heridos, y más de 300 detenidos en el centro porteño. Los nombres de las cinco personas asesinadas son: Carlos Almirón, Gustavo Ariel Benedetto, Diego Lamagna, Alberto Márquez y Gastón Marcelo Riva).

La Plaza del Bicentenario – 2010

Aquellos años de los festejos del Bicentenario Nacional fueron de una fuerte integración regional latinoamericana. Donde la reivindicación de la independencia y de la soberanía eran los motores simbólicos de los movimientos políticos. Además, la Unasur y la Celac habían sido creadas muy poco tiempo antes, reafirmando este espíritu colectivo y de autonomía frente al resto del mundo. En ese contexto los festejos del Bicentenario adquirieron una dimensión de mucha trascendencia. 

El Bicentenario de la República Argentina que conmemoró los 200 años de la Revolución de Mayo tuvo lugar el martes 25 de mayo de 2010, recordando el día en que se destituyó al virrey español Baltasar Hidalgo de Cisneros y se creó una Junta de gobierno conformada por destacados representantes del pueblo de Buenos Aires, que se convirtió entonces en el Primer gobierno patrio de Argentina. 

Doscientos años después, más de 6 millones de personas recorrieron la 9 de Julio y sus alrededores para participar de una celebración inédita. Argentinos y argentinas salieron a las calles a vivir días una fiesta sin precedentes en el país. Y no solo argentinos, ya que la presidencia de Cristina Fernandez de Kirchner invitó a siete mandatarios sudamericanos a la fiesta popular como signo de hermandad regional.

Hoy parece distópico pensar en una fiesta popular de tamaña magnitud luego de más de un año de pandemia y cuatro años de macrismo. Ambas, a su manera, se ocuparon de limitar las expresiones populares.

La plaza nos devuelve como espejo las luces y sombras de la historia nacional. Es un anclaje a otros tiempos y en ella puede recuperarse los momentos más felices y más tristes del pueblo argentino. Es entonces tarea de todos y todas revivir estos hechos para que los Nunca Más sigan vigentes y las celebraciones festivas vuelvan a ser un punto de encuentro para muchos más argentinos.

Juan Sottile

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