Nosotras también jugamos

Cada vez son más las niñas que se animan a jugar al fútbol, ya sea con los chicos del barrio o en un club, como es el caso de Martina Crespo (de tan solo 9 años) quien expuso frente a la Liga  de San Francisco (Córdoba) su deseo de competir de manera oficial junto a sus compañeros varones con los que entrenaba a diario, situación que le fue negada por ser niña. 

 El fútbol es desde sus inicios un deporte de hombres y para hombres. Es jugado, arbitrado, dirigido y gestionado por hombres, o por lo menos es lo que los medios y la dirigencia muestran. El espacio televisivo es ocupado y  los recursos de los entes regulatorios del deporte son destinados al fútbol masculino. 

 Que surjan estos casos no es casualidad ya que en la actualidad la lucha feminista cuestiona los privilegios y cimientos del patriarcado para darle lugar y voz a las mujeres y niñas argentinas en todos los ámbitos, siendo el deporte uno fundamental. 

 Y es que es a partir del juego dónde aprendemos a socializar con nuestros pares, aprendemos valores como el compañerismo y la amistad, además de la disciplina del entrenamiento. Pero el acercamiento al deporte no se da de igual manera para niños y niñas, ya que a estas últimas se les ofrecen muchas menos opciones que a los varones.   Tanto en el seno familiar como en las instituciones educativas se los alienta a los niños a ocupar el espacio público: las canchas, la vereda. En cambio a las niñas se las resguarda en la casa. A aquellas que quisieran correr detrás de una pelota a la par de su hermano, primo o compañerito del colegio hasta no hace mucho tiempo se las miraba con desaprobación y se les compraba una muñeca o instrumentos de cocina, considerados juguetes más femeninos, para ser utilizados al interior del hogar.

 Desde la niñez se les impone a las mujeres a utilizar y a cuidar su cuerpo en función de una “feminidad” que las constituye esposas y madres. Esta feminidad no es más que una construcción que busca modelar a niñas y mujeres según parámetros biologicistas que determinan que las mujeres son débiles, sensibles y que los hombres , solo por ser hombres, son fuertes, rápidos, hábiles. Y que por ende a las mujeres les conciernen las tareas y cuidados del hogar y a los hombres el trabajo, la manutención de la familia y el ocio. 

 Bajo estos supuestos las niñas, niños y niñes crecen sin la posibilidad de elegir con libertad a qué quieren jugar, qué les gusta hacer y a qué les gustaría dedicarse. 

 El deporte fue y es hoy una espacio más de empoderamiento femenino a partir del cual se problematizan los espacios históricamente asignados para hombres y mujeres. Que las niñas y mujeres salgan a disputar el uso de las canchas y potreros del barrio da cuenta de la necesidad y el deseo de hermanarse en el juego. Espacio de ocio en el que a la vez se tejen redes de contención, escucha y acompañamiento en otros ámbitos de su vida. 

 Es prueba de esto La Nuestra Fútbol Feminista en la Villa 31, en el que a través del entrenamiento y el juego, las jóvenes del barrio encontraron un espacio en el cual poder expresarse, repensarse y cuestionar entre pares cosas del orden de lo establecido que las desfavorecen y por las cuales sufren a diario. Ya que con la excusa del deporte se pudieron trabajar en el barrio temáticas cómo la violencia de género y doméstica, la salud sexual y reproductiva, entre otras. 

Las pioneras del fútbol femenino

Gloria "Betty" García, Marta Soler, Teresa Suárez, Angélica Cardozo, Blanca Bruccoli, Elba Selva, Eva Lembessi y Virginia Andrada son algunas de las pioneras del fútbol femenino que en 1971 llegaron a disputar la Copa del Mundo de México sin DT, sin apoyo financiero, botines ni médico. 

En 1991 se disputó el primer torneo de mujeres a partir de que la AFA incorporara al femenino dando inicio al primer Campeonato de Fútbol Femenino integrado por ocho equipos: Boca Juniors, Excursionistas, Independiente, Yupanqui, Deportivo Español, Deportivo Laferrere, Sacachispas y River Plate.  Y no fue hasta 1993 que la selección femenina jugó su primer partido oficial.

Las hoy llamadas pioneras, mujeres que jugaron al fútbol entre 1950 y 1990 en los años conocidos como el período pre AFA, cuentan lo difícil que era en ese entonces que sus propias familias las dejaran ir a jugar a la pelota, en un contexto machista y siendo el de los clubes una ambiente completamente masculino.

Aquellas mujeres que por entonces jugaban de manera amateur eran tildadas de «machonas», «varoneras», «Raulitos» entre otras agresiones. Y es que en aquel entonces las mujeres debían dedicarse a los quehaceres del hogar y el cuidado familiar.

La participación en el deporte era algo que podían ejercer mujeres de clase alta, lo hacían de manera recreativa, siendo el tenis uno de los más elegidos. Las mujeres de clases más bajas y trabajadoras, que además de realizar las tareas del hogar debían trabajar en fábricas por ejemplo, no podían darse el lujo de practicar un deporte y menos aún uno tan varonil como el fútbol. 

De un tiempo a esta parte, gracias al interés de las jugadoras del seleccionado femenino actual y el reconocimiento que supieron ganar por su esfuerzo y participación en el reciente mundial (Francia 2019), empezaron a surgir los nombres de las pioneras del fútbol femenino de aquella época y así se empezó a reconstruir una historia totalmente desconocida y relegada del deporte argentino.

El pasado años el Senado de la Nación convocó a las integrantes de la selección que disputó la copa mundial en México en 1971, para brindarles un homenaje y reconocimiento por el hecho histórico del que fueron parte. Uno que llega  49 años después, cuando algunas de ellas no están para festejar. 

Marta Soler (arquera de la selección de 71) se enorgullece al recordar a sus compañeras y su calidad de juego, «Nosotras jugamos honestamente al fútbol. No nos matamos a patadas, no corremos detrás de la pelota sin pensar, no tenemos hinchadas con esos códigos violentos. Jugamos un fútbol vistoso, con pausa, con creación y sobre todo con mucho amor y respeto por las compañeras. El futuro es nuestro, chicas, sigamos avanzando».(Entrevista para La Nación)

La profesionalización del fútbol femenino

No fue hasta en 2019 que jugadoras del seleccionado femenino de fútbol enfrentaron a la dirigencia del mismo (en algunos casos a costa de ser desvinculadas tanto del seleccionado como de sus clubes) y lograron instalar en la agenda mediática un pedido de reconocimiento como trabajadoras del deporte.

Para la mayoría de las jugadoras las contrataciones son irregulares, no perciben sueldo (en algunas ocasiones apenas viáticos) ni cobertura médica por lo que deben tener otro trabajo que les permita sostenerse económicamente viéndose afectado su desarrollo y crecimiento como deportistas.

 En el mes de marzo de 2019, Claudio Tapia (presidente de la AFA) y Sergio Marchi (Secretario General de Futbolistas Agremiados) firmaron un acuerdo para generar una Liga de fútbol femenina. El mismo establece que los 16 clubes de Primera División recibirán 120 mil pesos mensuales para firmar contratos con entre ocho y once jugadoras, y que su sueldo básico será equivalente al de un jugador de la Primera C. Un primer paso que esperanzó a todas aquellas mujeres que dedican su vida al entrenamiento y sus clubes. 

Así mismo se comprometieron a conformar una comisión integrada por dos miembros de AFA y dos de Agremiados, para monitorear el cumplimiento de las pautas que establece la nueva liga, tanto el pago de los salarios como las condiciones necesarias para el desarrollo óptimo de la misma (indumentaria, instalaciones y elementos de trabajo). 

Es un gran paso pero aún falta profundizar muchas cosas. Las etapas formativas de los equipos femeninos son débiles ya que no cuentan con los mismos recursos que el masculino. Se tiene que lograr que las niñas tengan la posibilidad de comenzar a jugar al fútbol de manera recreativa y si lo quisieran profesional desde el inicio de su escolarización. 

Para que esto suceda y su formación sea de calidad los recursos deben ser distribuidos de manera equitativa y además las niñas deben saber que estos espacios existen, que hay mujeres que ya los ocuparon antes y que tienen la posibilidad de ser cada vez más.

Al respecto Betty García (77 años) reflexiona «Nosotras vivimos en un país de fútbol, en un país en el que el fútbol es un bien cultural, forma parte de nuestra identidad. En el siglo XXI seguir pretendiendo que las mujeres estemos fuera de un fenómeno cultural de esas características tiene un solo nombre que es patriarcado», resaltó.

El camino que iniciaron aquellas mujeres con el simple deseo de jugar al fútbol como hobby, hoy lo recorren (en otro contexto) tantas otras que eligen tomarlo como profesión y prometen luchar hasta conseguir la equidad con los varones. 

El conjunto de la sociedad tiene que acompañar el cambio de paradigma que se comenzó a dar, uno que nos quiere un tanto más libres, con menos prejuicios y que en algún momento quizá nos permita a cada individuo desarrollarnos en el ámbito que deseemos sin responder a ningún estereotipo o rol asignado por nuestro género. 

Gelabert Natasha

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