Manotazo imperial

Nuestra amada Cuba, como dice Stella Callón, está en peligro. Las revueltas sociales que se producen en varios sectores del país, esconden el sostén y el financiamiento del gobierno de los Estados Unidos, apuntados no solo a la isla sino a todos los gobiernos del continente que no hacen caso a los ‘mandatos’ del imperio. En esta edición de Malas Palabras haremos una puntualización de los casos más emblemáticos. 

Estallan las calles cubanas de manifestantes, jóvenes en su mayoría, que se muestran dispuestos a terminar con seis décadas de digna defensa del modelo comunista, más paradigmático de nuestro continente. Ya sin Fidel, y con Raúl en cuarteles de invierno el imperio yanki parece decidido a ir por lo que nunca se atrevió a ir. La prensa del mundo, alineada a esa omnipresencia imperial, esconde y distorsiona la verdadera magnitud de los sucesos, y solo transmite horror por la firme postura del presidente Miguel Díaz Canel que demostró que Cuba no se entregará tan fácilmente como algunos creen, y que puso blanco sobre negro en la real magnitud de la situación, que para nada nos indica que pueda existir un cambio de rumbo en el destino cubano.

Para entender lo que de verdad ocurre en Cuba, nos proponemos recorrer algunos pensamientos de valiosos intérpretes.

Por ejemplo, para la filósofa y analista Isabel Rauber “si bien comienza a ser difícil identificar a la distancia, porque ya sabemos la manipulación que se hace de imágenes y de fotos, gracias a las redes sociales y a los medios de comunicación internacionales se logra el efecto rebote “porque están buscando hace mucho tiempo que haya revueltas sociales dentro de Cuba para ellos intervenir. Acá no hay ninguna casualidad”.

“Esto no quiere decir ni que haya que reducir todo a una provocación, porque hay mucha gente que actúa por el cansancio, ante el agobio del calor y las dificultades. Tampoco que no se cometan determinados errores o limitaciones en el manejo político interno. Yo creo que se mezcla todo, pero evidentemente hay un gran énfasis en manipular esta situación”, remarcó.

La ola de revueltas en distintos países de América Latina como Chile, Colombia, Nicaragua y Haití forman parte de un escenario que al mismo tiempo se fogonean desde Miami buscando que estas movilizaciones sean la oportunidad para cambiar, voltear o por lo menos, debilitar al gobierno de la Revolución

“Son 60 años de bloqueo, sobreviviendo a duras penas con la economía del turismo y el virus dejó a la isla sin poder tener ingresos, estadísticamente bloqueada” y, en esta situación de ahogo, quienes pueden hacer algo para ayudar directamente “aprietan más para que se termine de ahogar” subrayó Rauber. Y aseveró que “es una estrategia que va a sobrevivir. Esto que pasó hay que tomarlo como un ensayo”.

Producto de la pandemia del coronavirus hace un año y medio  no hay vuelos, ni barcos, ni contrabando. Tampoco llegan alimentos o insumos básicos. La isla produce sus vacunas y medicamentos, pero sin los insumos necesarios lo hace a un ritmo muy lento y con poca ayuda internacional. En este contexto, el gobierno no puede acceder a ayudas humanitarias, ni a pedir préstamos o ni siquiera a comprar en el mercado internacional.

Ataque a los gobiernos díscolos

Para la afamada escritora y periodista Stella Callóni ‘Cuba, nuestra amada, está en peligro y con ella toda Nuestra América. Puede ser el manotazo de ahogado imperial, una operación de ataque simultáneo que alcance a Venezuela y Nicaragua. No saben en qué se están metiendo. Pero no pasarán‘, los traidores a la patria son cada vez más burdos y grotescos. Cuba, dijo, es dignidad, amor y solidaridad.

Debemos hacerles sentir que la isla no está sola, y exigir el fin del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a esa nación por Estados Unidos hace 60 años.

Para el no menos destacado politólogo Atilio Borón “Washington cree que ha llegado el momento de intensificar sus ataques a cuanto gobierno díscolo ante sus órdenes existe en la región. En los últimos días hemos visto el sospechoso asesinato del presidente de Haití, con un modus operandi que lleva la impronta de la CIA. También el brutal ataque de paramilitares y narcos colombianos, equipados con armas de guerra, en la Cota 905 en los alrededores de Caracas y disparando a mansalva a pobladores sorprendidos por la insólita e inesperada agresión. La ofensiva en contra de Nicaragua fue adquiriendo fuerza a medida que las encuestas de opinión anticipaban una rotunda victoria del sandinismo en las próximas elecciones presidenciales. Y ahora Cuba, sometida desde hace sesenta años a una campaña de agresiones de todo tipo que, obvio, no podía dejar de tener profundos impactos sobre la vida económica cubana. Imaginemos lo que hubiera ocurrido en cualquier otro país que hubiese estado sometido a tan brutal acoso durante tanto tiempo. Se dice fácil pero, ¡no hay antecedentes en la historia universal de una nación que haya sido agredida sin pausa por otra a lo largo de sesenta años!. Tengo para mí la convicción de que ni siquiera Estados Unidos habría resistido ese ataque durante tanto tiempo”. 

En un artículo que el diario Página 12 publicó con su firma, Borón agregó que “lo que Washington ha estado haciendo se llama genocidio. Esas políticas matan, enferman, provocan hambre y privaciones indecibles. Son, en pocas palabras, un crimen de lesa humanidad. Estados Unidos fue preparando el terreno para el asalto actual en los últimos años, con un bombardeo sistemático, multimillonario, comprando endebles o ambiciosas voluntades, apelando a las redes sociales y sus fatídicos algoritmos, las “fake news” y el coro formado por su peonada de politiqueros de pacotilla y pérfidos agentes de propaganda disfrazados de “periodistas serios e independientes.” 

El politólogo coincide en que “algunas protestas actuales son comprensibles; otras, probablemente la mayoría, son producto de los dineros y la enorme campaña de desestabilización urdida por la Casa Blanca. Si bien tienen una magnitud muchísimo menor de lo que dice la corrupta prensa hegemónica, la dirigencia de la Revolución se hizo cargo de las mismas y explicó la génesis de esos padecimientos que movilizaron a las calles a pocos cientos de cubanas y cubanos. Que han habido errores de gestión macroeconómica; o que las recientes medidas de la unificación cambiaria fueron inoportunas, tal vez tardías; o que los precios relativos se descuadraron considerablemente, es indudable. Pero sería absolutamente incorrecto tratar de explicar esos problemas y la reacción de algunos sectores sociales ante ellos sin tomar en cuenta los desquiciantes efectos de un bloqueo que se extiende por seis décadas. He visto y oído estos días a sesudos analistas hablar de los problemas de la economía cubana sin pronunciar ni una sola vez la palabra “bloqueo”. Su ansiedad por recibir la afectuosa palmadita del Tío Sam es tan grande que los lleva a soslayar por completo el papel fundamental que aquél desempeña en el (mal)funcionamiento de la economía cubana”. 

La condenan sus aciertos

Tal vez, para entender la actual ofensiva del gobierno norteamericano, haya que recalar en un análisis que, pocas semanas atrás, realizó el director del portal Nodal, Pedro Brieger, que especulaba con que “la decisión del gobierno de Donald Trump de incluir a Cuba en su lista de países “patrocinadores del terrorismo” días antes de concluir su mandato le deja una piedra en el camino al presidente electo Joe Biden”, pero también –decimos nosotros- una puerta abierta a la actitud imperial de EEUU que atraviesa los tiempos y los cambios de gobiernos.

“Hay que ser muy ingenuo –decía Brieger- para pensar que la nueva decisión del Departamento de Estado tiene algo que ver con el supuesto terrorismo que Cuba estaría impulsando.  Es tan ridículo el argumento que ya ni hace falta demostrar la hipocresía de esta medida anacrónica cuando uno de los principales aliados de la Casa Blanca es Arabia Saudita, de cuyo seno partieron la mayoría de quienes atacaron las Torres Gemelas en 2001. Hace décadas que los gobiernos republicanos y demócratas han tratado de destruir la revolución cubana.  Porque de eso se trata. El problema no es el sistema de partido único, la libertad de prensa o el respeto de los derechos humanos. Numerosos países tienen un solo partido que gobierna (algunas monarquías ni siquiera eso) sin prensa opositora y donde se violan constantemente los derechos humanos. Muchos de ellos son sostenidos y apoyados hace décadas por la Casa Blanca.

La obsesión bipartidista contemporánea radica en lo que significa Cuba desde el 1 de enero de 1959 para América Latina y el Caribe. A pesar del continuo bloqueo no existe el hambre, ni la miseria, ni la falta de acceso a la salud o la educación como en tantos países de la región que han recibido miles de millones de dólares de los organismos internacionales para -supuestamente- mejorar las condiciones de vida de las grandes mayorías postergadas históricamente. ¿Hay problemas en Cuba? ¡Por supuesto! ¿Dónde no? Pero a la revolución no la quieren destruir desde Estados Unidos por las cosas negativas, sino por las positivas. Y por eso, la inmensa mayoría del mundo progresista defiende la revolución”.

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