Los hacendados de la pandemia

La declaración de pandemia por el Covid-19 ha puesto todo de cabeza. Pero no tanto como para que los gobiernos cuestionen las causas reales por las que surgió este virus y el hecho de que mientras supuestamente se trabaja para contenerlo, otros virus y pandemias se siguen formando.

Hay tres causas concomitantes y complementarias que han producido todos los virus infecciosos que se han extendido globalmente en las últimas décadas, como la gripe aviar, la gripe porcina, las cepas infecciosas de coronavirus y otras. La principal es la cría industrial y masiva de animales, especialmente pollos, pavos, cerdos y vacas. A ésta se le suma el contexto general de la agricultura industrial y química, en la que 75 por ciento de la tierra agrícola de todo el planeta se usa para la cría masiva de animales, principalmente para sembrar forrajes con ese destino. La tercera es el crecimiento descontrolado de la mancha urbana y las industrias que la alimentan y por ella subsisten.

Las tres juntas son causa de la deforestación y destrucción de hábitats naturales en todo el planeta, que también implica desplazar comunidades indígenas y campesinas en esas áreas. Según la FAO, a nivel mundial, la expansión de la frontera agropecuaria es responsable de 70 por ciento de la deforestación, pero en países como Brasil, la expansión de la frontera agropecuaria es culpable de 80 por ciento de la deforestación.

En México vimos como se originó la gripe porcina en 2009, a la cual le pusieron el aséptico nombre de Gripe A H1N1, para desvincularla de su puerco origen. Originó en la fábrica de cerdos llamada Granjas Carroll, en Veracruz, entonces co-propiedad de Smithfield, la mayor productora de carne a nivel global. Smithfield fue comprada en 2013 por una subsidiaria de la mega empresa china WH Group, actualmente la mayor productora de carne porcina del mundo, ocupando el primer lugar en ese rubro en China, Estados Unidos y varios países europeos.

Aunque el virus de la gripe porcina no es un coronavirus, la mecánica de cómo llega a convertirse en epidemia/pandemia es similar a las otras enfermedades zoonóticas (es decir que tienen origen animal). Enormes cantidades de animales de cría confinados, hacinados e inmunodeprimidos, alientan que el virus mute rápidamente. A esos animales se les da continuamente antibióticos y antivirales, además de estar expuestos en ambiente y alimentación a diversos pesticidas desde que nacen hasta el matadero. Tanto para que engorden más rápido como para tratar de que no se enfermen, en condiciones absolutamente insalubres para cualquier ser vivo.

Tal como explica Rob Wallace, biólogo evolutivo y filogeógrafo, del Instituto de Estudios Globales de la Universidad de Minnesota, que ha estudiado por más de 25 años el tema de las epidemias del último siglo, los centros de cría animal son el lugar perfecto para la mutación y reproducción de los virus. Los virus pueden saltar entre especies, y si bien pueden originar en especies silvestres de aves, murciélagos y otras, es la destrucción de los hábitats naturales lo que los empuja fuera de sus áreas, donde las cepas infecciosas estaban controladas dentro de su propia población. De allí, pasan a las áreas rurales y luego a las ciudades. Pero es en los inmensos centros de cría animal donde hay mayores chances de que se produzca la mutación que luego afectará a los seres humanos, por la continua interacción entre miles o millones de animales, muchas diferentes cepas de virus y el contacto con humanos que entran y salen de las instalaciones. El aumento de la interconexión de los transportes globales, tanto de personas como de mercancías -incluyendo animales- hace que los virus mutantes se desplacen rápidamente a muchos puntos del planeta.

Según informa la Organización Mundial de la Salud, el 72 por ciento de las muertes en el mundo son por enfermedades no trasmisibles, varias de las cuales están ligadas directamente al sistema alimentario agroindustrial, como enfermedades cardíacas, hipertensión, diabetes, obesidad, cánceres digestivos, malnutrición.

Pero el enfoque de acción en emergencia y la búsqueda de supuestas vacunas implicando que la pandemia se podría controlar por medios técnicos, oculta las causas y promueve la perpetuidad del problema, porque vendrán otras epidemias o pandemias mientras las causas sigan sin tocarse. En algunos países, las industrias agroalimentarias, principales productoras de los virus, se ven incluso beneficiadas por las epidemias, al ser consideradas por los gobiernos como “industrias básicas” para la sobrevivencia. Lo cual es una falaz mentira, ya que es la producción campesina, indígena y de pequeña escala, incluso urbana, la que alimenta a 70 por ciento de la humanidad. 

En la emergencia, surgen otros jugosos negocios para algunos, tanto empresas como bancos. Algunas, como las farmacéuticas, las productoras de insumos para la protección sanitaria, las empresas de ventas en línea y de producción de entretenimiento, se enriquecen ridículamente con la declaración de pandemia. Otras empresas tienen pérdidas – que trasladan a las y los trabajadores y a la sociedad de muchas maneras, incluso en aumento de precios– pero serán las primeras en beneficiarse de subsidios gubernamentales, que bajo el discurso de que hay que rescatar “la economía”, la mayoría de los gobiernos no duda en favorecerlas antes que a los sistemas de salud pública devastados por neoliberalismo o a los millones de personas que sufren la pandemia no sólo por el virus, sino porque no tienen casa, o agua, o alimentos, o perdieron su empleo, o trabajan a destajo y sin ninguna seguridad social, no tienen acceso a diagnósticos, ni médicos, o están en caravanas de migrantes, o refugiados en algún campamento, hacinados en albergues o en la calle.

En este contexto, también surgen formas de solidaridad desde abajo. Junto a ellas es necesario enraízar un cuestionamiento profundo a todo el sistema alimentario agro-industrial, y una valoración profunda y solidaria de todas y todos los que desde sus milpas, huertas y comunidades nos alimentan y previenen las epidemias.

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“La culpa no es del murciélago”

En una muy rica entrevista realizada por la periodista Claudia Korol en Pagina 12, Silvia Ribeiro dejó algunas citas, que complementan sus dichos de la columna anterior y que son para tener muy en cuenta: 

—Si bien hay un consenso amplio, científico, que es de origen animal, y se le atribuye su origen a murciélagos, no está claro el lugar de donde proviene, porque la mutación de los virus es muy rápida, y hay muchos lugares en donde se podría haber originado. Con la intercomunicación que hay hoy en día a nivel global, se podría haber llevado de un lugar a otro muy rápidamente. Lo que sí se conoce es que empieza a ser una infección significativa en una ciudad en china. Sin embargo éste no es el origen, sino el lugar en dónde se manifiesta primero.

Nada de lo que está pasando en este momento está previniendo la próxima pandemia. Lo que se discute es cómo enfrentar esta pandemia en particular, hasta que ojalá en algún momento el propio virus encuentre un tope, porque hay una resistencia adquirida en una cantidad importante de población. Entonces éste virus en particular puede desaparecer, como desapareció el SARS y el MERS. Ya no va a afectar, pero van a aparecer otros, o el mismo Covid 19 se va a transformar en el Covid 20 o el Covid 21, por otra mutación, porque todas las condiciones se mantienen iguales. Es un mecanismo perverso. Se tendría que poner en discusión el sistema alimentario agroindustrial, desde la forma de cultivo, hasta la forma de procesamiento. Todo este círculo vicioso que no se está considerando, hace que se esté preparando otra pandemia.

—Por supuesto el sistema capitalista no lo va a revisar, porque para eso tendría que afectar los intereses de las empresas transnacionales que son las que acumulan, las que concentran tanto desde la cría industrial de animales, como los monocultivos, como incluso las empresas forestales y la deforestación hecha en forma comercial. En cada uno de los escalones de la cadena del sistema agroalimentario industrial, vamos a encontrar a unas cuantas empresas. Estamos hablando de tres, cuatro, cinco, que dominan la mayor parte de ese rubro, como pasa con los transgénicos que son Bayer, Monsanto, Singenta, Basf, y Corteva. Lo mismo pasa con las que producen forraje para los animales. Por ejemplo Cargill, Bunge, ADM. Todas tienen intereses en la cría industrial de animales, porque son su principal cliente. Muchas veces son copropietarias de estas fábricas de virus.

—Los países donde ha habido menos muertos en relación a la población, son países que tenían sistemas de salud relativamente capaces de atender a su población. Los que los han desmantelado, han quedado peor frente a la pandemia. El sistema es injusto no solamente desde la producción. Es injusto desde el consumo, porque no todos pueden consumir lo mismo. Es injusto en los impactos que provoca en la gente más afectada, que es la más vulnerable

En medio de eso, vienen los sistemas de “salvataje” de los gobiernos, y en todos los países del mundo, por más que digan que primero van a atender a los pobres, aunque pueda haber esa intención –en otros ni siquiera la hay como en Estados Unidos- en realidad lo que tratan de salvar es a las empresas, porque dicen que son los motores de la economía. Entonces, se vuelve a repetir el mismo esquema. Se vuelve a salvar a las empresas que crearon el problema.

Ni siquiera frente a la pandemia se habla de las causas, sino que se buscan nuevos negocios, por ejemplo, con la vacuna. Todo el negocio de las vacunas que está habiendo en estos momentos, a ver quién llega primero, quién la patenta. Las farmacéuticas están buscando el negocio. Los proyectos de salvataje de la economía van a apoyar a este tipo de empresas, a las farmacéuticas que van a monopolizar las vacunas, a las empresas de la agricultura industrial que producen estos virus. Es como una repetición permanente de este tipo de sistema capitalista injusto, clasista, que afecta mucho más a quienes ya de por sí estaban mal.

—Quiero aclarar que yo estoy de acuerdo en que se tomen las medidas de distanciamiento físico, no social, pero eso debería ser acompañado con medidas que puedan apoyar a quienes no tienen condiciones de hacerlo por su vulnerabilidad. El hecho de seleccionar una enfermedad en particular como en este caso es una enfermedad infecciosa, para desatar toda la batería de lo que sería un ataque global a la situación de pandemia, por un lado no cuestiona las causas, pero por otro lado instala una serie de medidas represivas incluso, muy autoritarias, desde arriba, de decir a la gente: “Haga esto, haga lo otro, porque nosotros sabemos lo que usted tiene que hacer y lo que no”. Todo eso está relacionado con no ver el fondo del problema, las causas, y al mismo tiempo, decir que los únicos que pueden manejar la situación en la que vivimos hoy globalmente, es desde arriba, desde gobiernos, empresas, que son los que nos darían la solución y por lo tanto deberíamos aceptar todas las condiciones que nos imponen. Ante esto creo que es fundamental rescatar y fortalecer las respuestas colectivas y desde abajo.

Hay trabajos muy serios de investigación que muestran que el 70% de la población mundial se mantiene por la producción en pequeña escala de campesinos, pequeños agricultores, también huertas urbanas, y otras formas de intercambio y recolección de comida que son pequeñas, descentralizadas, locales. Esto es lo que le da de comer a la mayor parte de la humanidad. Y no solo es comida más sana, sino es la que llega a la mayor parte de la gente.

Por Silvia Ribeiro

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